jueves, 15 de agosto de 2013

Dalmacia, gigante Dalmacia

Guerrilla mental
Dalmacia, gigante Dalmacia *
Por Alfredo Vanini
Nuestro país es siempre ingrato con sus mejores y más talentosos hijos. El poeta Vallejo, enfermo, suplicando desde el inclemente invierno parisino un pasaje en barco para regresar al Perú, el poeta Eguren caminando diariamente, en tiempos de la llamada “patria nueva”, los cerca de 10 kilómetros, ida y vuelta, que hay de Barranco a Lima, porque su miserable sueldo no alcanzaba para el tranvía; en épocas más recientes, Martín Adán, cuyas primeras ediciones se venden hoy por cifras enormes, agonizando en un hospicio; Víctor Humareda, cuyos óleos adornan las oficinas de un par de empresarios mineros, viviendo sus últimos años en un hotel mugriento, Javier Heraud, asesinado por la policía a pesar de estar indefenso y desarmado en medio de un río, Calvo sordo, Romualdo pobrísimo. Y la lista podría seguir, doliente y desconsolada. Mal síntoma que nuestro patriotismo se apoye hoy en un plato de comida y no en seres humanos, los creadores, proveedores del alimento del espíritu que tanta falta nos hace tras largos años de odio y muerte.

Una nueva versión de ese viejo desprecio se ha dado con una de nuestras escritoras vivas más valiosas: la poeta Dalmacia Ruiz Rosas. El incidente es en verdad trivial: leyendo sus poemas en un local barranquino que funge de “subte”, un sujeto ebrio interrumpía la lectura, lo que provocó la furiosa y compresible reacción de Dalmacia. Tras un breve altercado, el sujeto es expulsado. Todo ello no hubiera sido más que la anécdota de un evento torpemente organizado en el lugar incorrecto. Pero ha sido la repercusión morbosa, la tergiversación burda por parte de los medios de la derecha ignorante y el escandaloso silencio de muchos y muchas que se autodefinen “del medio cultural” lo que nos duele e indigna a muchos. Pero ¿quién es Dalmacia Ruiz Rosas?

Me remonto al primer recuerdo que tengo de ella: elegantísima, imponente desde su metro 78 de estatura, pero cálida a la vez, con una voz potente que, lo supe luego, le venía de su madre, la extraordinaria actriz Dalmacia Salmohod. Dalmacia leía poemas en un salón de la Universidad de San Marcos hacia 1985-86 y yo, como todos aquellos que no llegábamos a los 20 años en esos turbulentos tiempos, nos sentíamos hechizados por una mujer que hablaba de cosas de la calle, de cosas que bullían alrededor nuestro cotidianamente: la música, el amor (el desamor, y otra vez el amor), la aventura, la violencia, la yerba, el sonido y la furia, el sosiego y la lucha. Dalmacia no es una poeta recién surgida, Dalmacia formó parte de Hora Zero, de La sagrada familia (1970s), y compañera de ruta del grupo Kloaka (1980s); luego siguió un camino en solitario, con una poesía cada vez más precisa, más densa, pero siempre ligada a lo cotidiano, a la vida real que se vive en esta calles y no en parnasos imaginarios. A menudo reducida por el canon machista a la condición subalterna de “musa”, Dalmacia ha sabido hacer oír su voz propia (en cuatro libros publicados), en medio de grupos de fuerte presencia masculina. De otro lado, recuerdo a Dalmacia en otra faceta no menos importante: co-dirigiendo con Piero Bustos un programa de radio, cronista visual de toda la contracultura limeña desde 1980 hasta los años 2000, siempre con una cámara fotográfica en mano, registrando recitales y conciertos de rock desde inicios de la década de 1980. ¡Qué archivo impresionante preservamos gracias a la presencia activa y constante de Dalmacia Ruiz Rosas, dueña de un capital cultural que le viene de cuna (es hija del pintor Alfredo Ruiz Rosas), educada en los mejores colegios y cuyo hogar es un verdadero museo de arte contemporáneo que muchos “culturosos” encopetados ni siquiera imaginan que existe!

Por eso me ha dolido ver a la enorme Dalmacia agobiada por todo tipo de rastreros que pueblan este medio cultural: el programa nocturno de Aldo Miyashiro, mediocre escritor de barras bravas, difundiendo risueñamente el incidente, los diarios de la derecha más ignorante, “Correo” y “Perú 21”, presentándola como una malcriada; me ha dolido (e indignado) el silencio hipócrita de colectivos feministas que, siempre prestas a saltar ante la violencia machista, han callado en todos los idiomas, me ha indignado el saqueo que toda clase de claudicantes hacen de la palabra “subte” con el único objetivo de obtener prestigio o becas (que Dalmacia nunca ha perseguido), el aprovechamiento de ciertos locales que, bajo el disfraz de “culturales”, no persiguen más que el lucro; me irritan los hipócritas funcionarios de la Municipalidad que hablan de cultura a los cuatro vientos y dejaron morir, indiferentes, “El Averno” espacio de poesía justamente inaugurado con un libro de Dalmacia; hipócrita también aquel que subió el video y se justifica argumentando que ahora Dalmacia es conocida. ¡Hace 30 años conocemos a Dalmacia!

Pero la poesía de esta poeta extraordinaria está muy por encima de estas bajezas. Mi generación te debe mucho, desde estos versos, apenas estos entre muchos, en que nos dices: “(…) todo está bien/ viene del sol, tu rostro de azúcar/ soledad de la que nunca está sola/ fuego en la carne mitad bestia/ o la muerte de las jóvenes en fiera , que es ocuparse de otra cosa que de la vida/ tu rostro viene del humo/ un toque en el cuarto/ que resplandece/ (...)". Un abrazo Dalmacia, gigante Dalmacia.

* Versión completa de la columna "Guerrilla mental" aparecida (resumida) en Miércoles de política, del miércoles 14 de agosto del 2013.

lunes, 30 de enero de 2012

Lalá en concierto en el Parque de la Exposición (Primera parte)




Los parques son también (o deberían ser) espacios para la práctica y disfrute de la música. No estoy hablando de agobiar al pobre visitante con música grabada, bullanguera, casi siempre emitida desde pésimos parlantes y a todo volumen, lo que hace imposible la reflexión familiar, el murmullo romántico o el sosiego espiritual que se busca en los parques (y en los últimos años, el Parque de la Exposición se había convertido en un espacio insufriblemente ruidoso). Hablo de música en vivo, pequeñas canciones dignamente interpretadas, que se fusionan de manera natural con el entorno y ofrecen al ciudadano y ciudadana una dimensión distinta dentro de un espacio cotidiano y colectivo que es un parque público.

Es por ello que, apenas fui designado administrador del Parque de la Exposición, tomé contacto con jóvenes cantautores peruanos, que los hay muchos y muy buenos, para invitarlos a interpretar sus composiciones allí, los domingos y al aire libre. Era también, de paso, iniciar una tarea de promoción de jóvenes valores de la composición musical contribuyendo así a recuperar una tradición que se ha descuidado bastante en el Perú, aquella de la canción-trova, que a pesar de su declive ha tenido y tiene aún exponentes destacadísimos y que se remonta a Chabuca Granda, que pasa por Juan Luís Dammert, Andrés Soto, Chalena Vasquez, Kiri Escobar, Luis Enrique Alvizuri, Piero Bustos, Alejandro Susti, etc., y que llega hasta los más jóvenes: Piero Montaldo, Alejandro y María Laura, Caroline Cruz, etc. A mis ojos, un parque era el lugar perfecto para este fin.


Pero no concebí estas presentaciones en el gran Anfiteatro –lo que hubiese demandado toda una producción y una enorme inversión de dinero- sino en el mismo parque, a escala del visitante, con un equipo mínimo y sobre todo, de manera gratuita al público. Mi sueño era que cada domingo, el vecino de Lima asistiera al Parque de la Exposición teniendo la certeza que algo extraordinario a nivel cultural (teatro, música, acrobacia, circo, etc.) iba a tener lugar y que él podría disfrutarlo sin pagar un sol. Es así que inicié este ciclo de conciertos de cantautores peruanos con una talentosa compositora joven limeña llamada Giovanna Núñez, más conocida como Lalá.

Vi y escuché por primera vez a Lalá una noche en “Koka Kinto” un bar-resto-galería cultural que solía frecuentar y que quedaba en la calle Wakulski, muy cerca de mi casa, y cuyo fundador, Herbert Bazán, animaba magistralmente. De inmediato me enamoré de sus canciones y de su voz. La volví a escuchar semanas después en la Feria del Libro y allí me animé a invitarla al Parque de la Exposición. Ella aceptó y a los pocos días vino a verme con la finalidad de encontrar el lugar más idóneo. Yo quería que se haga al lado de la Pileta China, pero ella me sugirió el espacio vacío que había dejado el drenaje de la laguna del parque: “Parece un paisaje lunar” me dijo. Era, en efecto, el sitio perfecto para sus minimalistas y etéreas composiciones. Fijamos el día y ella me brindó las especificaciones técnicas necesarias. Fue todo: así de simple se hacen los mejores proyectos culturales.


Fue un domingo inolvidable. En ese pétreo espacio de bajo relieve, al lado de un guitarrista admirable, José Pablo Menajovsky, y bajo el rumor amable de las “gallinas de Guinea” que habitan el Parque de la Exposición, Lalá ofreció un recital espontáneo de cerca de 45 minutos, en el atardecer limeño del 13 de agosto, ante una multitud atenta y asombrada que escuchó con cortesía una veintena de sus composiciones. Con el solo hechizo de su voz, Lalá llenó de magia el Parque de la Exposición.

El éxito de este primer concierto, fortaleció en mí la idea original de invitar cada domingo a otros jóvenes cantautores y luego rotarlos por los demás parques zonales. Incluso había vislumbrado la posibilidad que algunos de ellos brinden, en los mismos parques, talleres para adolescentes con inclinaciones musicales. Lamentablemente, nada de esto pareció interesar a las "gerentas" y "gerentes" de los parques, y el proyecto no pudo ser continuado. Pero por lo menos, queda como testimonio este primer y único recital con la talentosa Lalá, cuya primera parte ofrezco ahora a ustedes. (A.V.)


domingo, 22 de enero de 2012

Tizada en Homenaje a José María Arguedas – Parque de la Exposición de Lima (Perú)



Siendo administrador del Parque de la Exposición (desde 1999, Gran Parque Cultural de Lima) no dejaría pasar la ocasión de rendir allí un homenaje al escritor José María Arguedas. Sobre todo en el año de su centenario de nacimiento. Naturalmente se trataba de ponerse en la otra orilla de los homenajes oficiales y oficiosos que se le habían brindado durante todo el año pasado. Era claro que el mío debía ser un homenaje nada ceremonioso, vinculado al arte popular y con artistas populares. Hacerlo en un parque propiciaría integrar, en un contacto abierto y directo, a ese mismo ciudadano de a píe, urbano y básicamente mestizo, que frecuenta nuestro más antiguo parque. Justamente, aquel peruano omnipresente en la obra arguediana. Decidido así mi punto de partida conceptual, supe que los artistas urbano-populares, jóvenes tizeros y grafiteros, eran los más indicados para efectuar este homenaje al gran autor de “El zorro de arriba y el zorro de abajo”.


Al llegar como administrador al parque había encontrado a Raf, uno de los más respetados y creativos artistas urbano-populares de Lima. Raf visitaba cada domingo el parque de la Exposición y dibujaba magistralmente sobre el pavimento, con sus tizas y tierras de colores, casi siempre retratos (habitualmente reproducciones de cuadros religiosos) ganándose así el dinero ofrecido por aquellos visitantes que admiraban su arte, apreciando además el proceso de creación en directo. Raf, por otro lado, forma parte de una extensa red de jóvenes tizeros cuyo activismo artístico se extiende a las zonas Norte y Sur de Lima, e incluso a provincias. La mayoría de ellos además pertenece (y los que no, orbitan alrededor) de la “Casa Cultural Poco Floro” http://casapocofloro.blogspot.com/ espacio comunitario del cual, una de sus personalidades más visibles, Mónica Miros, es cercana amiga mía desde hace varios años. Este homenaje se haría en cooperación con ellos: invitaría a los tizeros a dibujar en el pavimento ilustrando las distintas etapas de la vida y obra de José María Arguedas.

¿Por qué con ellos? Porque en la ingeniería cultural se debe evitar, en la medida que sea posible, asociarse con individualidades, privilegiando más bien los acuerdos con colectivos, gremios, asociaciones, etc. Las individualidades se lucen al momento de la creación artística, pero en la etapa de organización las alianzas con grupos estructurados, facilita la división del trabajo y contribuye tanto a la gestión del proyecto como a las posibilidades de hallar fuentes de financiamiento y, además, a una comunicación social más contundente. Y, sobre todo, permite que se teja una red que fortalece la institucionalidad cultural.


Otro aspecto a trabajar fue aquel del financiamiento. Hace tiempo que estoy convencido que el trabajador cultural debe ser remunerado. Y bien remunerado. Entonces, ya que no se trataba de hacer dibujar a los chicos del colectivo sin retribución alguna, detecté los gastos que esta actividad implicaba. Afortunadamente el costo no era alto: se dividía entre el material (las tizas) y el trabajo artístico propiamente. Al gozar de caja chica, las disposiciones me permitían solventar el material (tizas y tierras de colores) para todos los artistas. En cuanto a la remuneración del artista, recurrí como partenaire a Organizaciones juveniles de la Municipalidad de Lima, que incluye en sus objetivos e intereses este tipo de actividades. Mejor, imposible.


Quedaba únicamente elegir el lugar en donde se desarrollaría este homenaje. Uno de los puntos clave en la ingeniería cultural tiene que ver con la justa y pertinente elección del espacio donde las acciones o animaciones culturales se programan. A lo largo de todos estos años en el espacio cultural, he visto magníficos proyectos fracasar al ser realizados en un lugar poco idóneo. Ojo, no tiene que ver con la buena o mala infraestructura o con el nivel socio-económico del público que frecuenta tal o cual espacio (lo que los publicistas llaman target). Tiene que ver con el origen, necesidades, alcances y objetivos que la actividad se plantea. Para decirlo más claramente, el proyecto establece desde el primer momento las características del espacio que necesita. Luego, este espacio debe hallarse. Hacerlo alrededor de la Pileta China se impuso naturalmente. No solo porque había doce cuadrados simétricos alrededor de ella donde intervendrían sendos artistas (una “capilla Sixtina a escala del ciudadano común”, como me gustaba definir el asunto) y su forma radial permitía una gran libertad de circulación, sino porque justamente ese monumento histórico (obsequiado al Perú por la colectividad china en 1921)  representa el ideal de una nación en la que sus integrantes se sientan unidos de manera cristalina. Exactamente el anhelo que guió la vida y obra de Arguedas.

El rítmico final con hip hop fue absolutamente improvisado. Ver a decenas de niños tomando las tizas y participando espontáneamente del homenaje a Arguedas, fue la mayor satisfacción. Los dibujos con tiza quedaron allí por varias semanas para agrado de los visitantes. Ojalá esta actividad pueda ser replicada en otros parques zonales. (A.V.)